Historia del Camino
El Camino de Santiago es la ruta que recorren más de 100.000 peregrinos al año en dirección a Santiago de Compostela para visitar la tumba del Apóstol Santiago. El motivo principal por el que una persona decide realizar el Camino de Santiago son las creencias religiosas y/o la experiencia espiritual, pero existen otros motivos como el interés por conocer su arte e historia o con el fin de disfrutar del paisaje y la naturaleza.
Desde el descubrimiento de la tumba del Apóstol Santiago en Compostela, en el siglo IX, el Camino de Santiago se convirtió en la ruta de peregrinación más importante de la Europa medieval.
Se trata de una tradición jacobea que parte de la creencia de que el cuerpo del Apóstol Santiago está enterrado en el sepulcro de Compostela. La historia cuenta que años después tras la muerte de Cristo se descubrió milagrosamente una tumba que contenía los restos mortales del apóstol Santiago. Según la leyenda, los discípulos de Santiago robaron el cuerpo de Palestina, donde le habían decapitado, y lo embarcaron en una nave que llegó a Iria (actualmente la ría de Arousa). Finalmente el cuerpo del apóstol fue trasladado 12 millas hasta el lugar donde hoy se le venera. En la Catedral de Santiago se guarda la roca donde dicen que fue atada la barca que trajo el cadáver del santo. Así, con la aparición del cuerpo del apóstol se inició lo que hoy conocemos como la ruta compostelana “El camino de las estrellas”.
Sin embargo, entre los siglos IX y XII, antes de convertirse en una ruta exclusivamente religiosa, este camino cumplía también intereses políticos. Los nuevos reinos cristianos vieron en la peregrinación y en el descubrimiento de la tumba de Santiago una forma de consolidar los territorios reconquistados, a la vez que aseguraban su hegemonía con la unión del poder civil y el religioso.
En cuanto a la Catedral, desde un principio fue un pequeño mausoleo romano del siglo I en el que se dio sepultura a los restos del Apóstol Santiago después de su decapitación en Palestina. Tras el descubrimiento de las reliquias del Apóstol, Alfonso II mandó a construir la primera capilla de piedra y barro junto al antiguo mausoleo. Décadas más tarde, se emprendió la construcción de una nueva catedral románica.
Desde el principio la catedral se concibió como una iglesia de peregrinación de modo que se pudiera dar acogida a un gran número de peregrinos sin interrumpir sus oficios.
En el siglo XII se inició la última etapa de construcción a cargo de un excepcional arquitecto la época, el Maestro Mateo. Éste terminó de hacer la catedral más estable gracias, entre otras cosas, a la construcción de dos grandes torres que actúan como contrafuertes. Además, dejó una huella imborrable en la escultura con su intervención en el Pórtico de la Gloria, que hoy en día se considera una de las portadas más ricas y hermosas del arte románico europeo. El arquitecto inscribió su firma en el dintel y probablemente se representó a sí mismo en una pequeña escultura situada en la parte posterior del pórtico.